Para casi 300 millones de personas en todo el planeta, la posibilidad de desplazarse a trabajar a otro país es la vía más rápida y eficaz para salir de la pobreza. Al hacerlo, también benefician a los países en los que se establecen. Los enriquecen con sus capacidades, sus contribuciones fiscales y su diversidad. A medida que Europa y otras regiones envejecen, la migración es imprescindible para reducir el abismo de la desigualdad y amortiguar los desequilibrios demográficos globales.

Nuestros sistemas migratorios, lamentablemente, no están diseñados para multiplicar estos beneficios, sino para destruirlos. Con su modelo de puerta semicerrada, que niega oportunidades de migración legal, segura y ordenada a quienes quieren llegar y son necesarios, los gobiernos de los países más ricos fomentan la migración irregular y han generado una crisis humanitaria sin precedentes en nuestras fronteras.